Sí! Sí! Sí. La paisanada se alegró con la visita.
Allá por el pago de Pontaut, los noventa y seis que aun quedan andaban desconcertados. No llegaba. Y se preguntaban qué pasaba, buscaban rumores en La Madrid o en Pringles, pero nada. Nadie sabía esculpir ni un bolaso.
Allá por el pago de Pontaut, los noventa y seis que aun quedan andaban desconcertados. No llegaba. Y se preguntaban qué pasaba, buscaban rumores en La Madrid o en Pringles, pero nada. Nadie sabía esculpir ni un bolaso.
Hasta que cantó el sapo de Pontaut. Despertó a todos en sus callecitas
sin cuneta. Bah, algunas tienen. Y en ellas descansó luego de que
cantara tanto tiempo sin darse un respiro, suspirando reseñas
martinfierreras. Y bien pues, fue canción y tapa de la revista, al instante de realizarse la número 5. Sapito de Pontaut.
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