FLIA

FLIA

Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.


Roque Dalton

Poeta, ensayista, narrador, dramaturgo, periodista salvadoreño.
Nacido en 1933, asesinado en 1975.

instante almagro

Semidesnudo
inexplicable
inspiración


La celebración ha pasado
Duermen las familias

Se desvelan
mis intrigas.

El insecto infantil de la poesía

sabe penetrar por la noche

Milongas, zambas,

aire suspendido
el corazón en mis manos.

Ya no sé que pensar

si es que eso de elegir
sea real.

Me limitaré a rascarme
y en la taza la cerveza fresca.

Mirar los objetos sin vida
y por ellos llorar
en el mayor de los sin sentido

es mi destino.

A ver a mi vieja dormir
hasta los rulos con frazadas
disfrutarnos vivos y contarle
lo que siento

lo que sufro
de la duda
lo que pienso
y querernos mucho.
Creer destinos atados.

No creo en ningún dios
creo en mí
creo en mis amigos
creo en mis viejos
creo en mis amores
creo en mis enemigos
creo en la sociedad


Pero me olvidé
que sólo estoy
En la emoción nocturna
de la soledad y las zambas
de mis noches felices


jp

Voz Alta

aterrizás bailando en la avenida
doblás en contramano
te metés profundo por el callejón
ves un enano con trece zanahorias y un paraguas
cantando "el díía que me quieeera a as"
en puntitas de pie,
agitando un gin tonic,
haciendo surf en el asfalto
esmerándose por treparse al rulo de una señora
que tiene el pelo blanco, pero no tan blanco como las cortinas de su casa,
secretos que secretan sanos y salvos
los ojos vívidos, celestísimos
chiquititos,
dos amores; las plantas
y el pibe que viene a dejarle el diario todos los domingos,
las uñas despintadas,
los libros ordenadamente desordenados en un monoambiente,
la foto de su hijo en lo más alto de la biblioteca
olor a manzanilla y a fruta fresca
el abrazo pronto
y la mirada del sol.

¡soy un pez! grita frenéticamente,
riéndose como loca,
mientras toca el tambor sobre una roca con forma de piano
¡mirenme, soy un pez!
se ríe más fuerte
el viento sopla voraz
ella abre la boca gigantemente y bebe todo el río Quilpo
de un saque,
fondo blanco...


(Ro)

La Melomanía

"El término melómano proviene de un vocablo griego compuesto por el prefijo melos (“canto”) y el sufijo manos (de donde deriva la noción de manía). La melomanía, por lo tanto, es una especie de locura o tendencia al furor vinculada a la música."

"Amor desordenado a la música."

"Como toda manía, en el sentido psiquiátrico, se trata de un comportamiento exagerado, extremadamente positivo y emotivo pero al contrario que la verdadera manía se trataría aquí de una obsesión desmesurada y descontrolada por un objeto y/o tema concreto: la música."
No soy un melómano. Pero gusta escuchar música. De todo el mundo. Por eso me dieron ganas de compartir todos los blogs que conozco hasta el momento, que promueven la difusión y descarga de música del estilo y origen que se te ocurra. Está en vos seguir investigando, el mundo está disponible.
 


escritos - Malena Biangardi


Dicen por ahí que las han visto correr eufóricamente por los jardines. Sin vestidos finamente diseñados y adornados con lazos y puntillas, sin suecos ni guillerminas. Corren, saltan, ríen libres de cualquier culpa, son inocentes pero a la vez cómplices de su conducta.
 Dicen haberlas visto escondidas entre los tupidos arbustos, escondidas de los mandatos, aquellas redes que las mantienen en orden y atrapadas buscando siempre una salida. Juegan con las flores, sus pétalos les arrancan, a la misma naturaleza les devuelven el daño que por ella padecen. No necesitan prendas para expresarse, lo hacen con sus cuerpos desnudos; son solo un grupo de niñas que buscan alegría.
 Gritan desaforadamente, nadie las entiende, mientras se atrapan mutuamente o juegan a las escondidas y entre los robles, bien pérdidas, se ocultan de los tabúes que las acechan día a día.




Ella corre por sobre los verdes pastizales. Sonríe con euforia, camina a saltos. Sus penas son olvidos de un lejano pasado. Ella grita sin dolor, con sus blancas manos recorre al tacto la suavidad del pasto. Lo impregna con su cuerpo latente en el espacio.
 Salta con alegría, sus pies son resortes sobre la tierra rígida. Desborda de deseo, bajo los rayos del sol, bajo el cielo inmenso.
 Ella sueña con su mente, vuela alto por el universo. Ella canta con sus cuerdas, los pájaros la escuchan y ante la divinidad de su figura, toman vuelo al compás del viento.



Paladín Chinchonero.


 Grandes fueron las hazañas de mi abuelo, “El Tata Gutiérrez”, en el rebuscado y azaroso mundo del Chinchón. Fue un hombre temerario, arriesgado e imprudente, pero creo yo que a eso se debían sus logros en el juego. Era capaz de cortar apenas empezada la partida con menos diez y ambos comodines al principio de la mano y de animarse a hacer chinchón a pocos puntos de la derrota. 

 Entre tantas historias chinchoneras que no me canso de oír, está la vez que ganó una legendaria partida en el barcito de la esquina de su casa, lugar donde se jugaban manos clandestinas en la época de la prohibición. La apuesta era fuerte: una mujer al ganador y un nieto el enganche. Dominó toda la partida sin sudar una gota y aguantando con hombría las altas dosis de fernet que propinaba el cantinero de turno. Desde ese día empezaron a decirme “Gutiérrez”. Testigos afirman que se embriagó como condenado esa noche y que ganó gracias a un pacto hecho con Mandinga, pero que deshizo a la semana al ganarle en un doble o nada con una tremenda pata de Espada. 

Pero más mítica fue aquella en la que remonto lo irremontable. Perdía noventa y ocho a menos cuarenta ante un irrespetuoso joven que pretendía desbancarlo de su trono. Justo en el momento en el que el juego se veía perdido, sonrió pícaramente para luego retomar  la cara de tuje estreñida de siempre que lo caracterizaba. En no más de cinco minutos la masacre había terminado y al ingenuo muchacho no se lo vio más. 

Al principio dudé. Sabía que mi Tata era el mejor paladín del chinchón del pueblo, pero debido a la inexactitud histórica y a la senilidad mi abuelo entré en confusión. Una noche mi abuela me mostró la prueba irrefutable de lo sucedido. De un cajón sacó una antigua boleta de ABL con todo el registro, punto por punto. Corrí hacia mi abuelo y le pedí perdón, un poco avergonzado, por la traición que cometí al no creerle. El me miró y me dijo: “Vergüenza debería darte. Vergüenza por desconfiar de tu familia, de tu tradición, de tu pasado. Vergüenza por creer más en un simple pedazo de papel antes que en aquello que te crió y te enseñó a vivir. Pero no importa ya, has aprendido tu lección. Me alegro por ti. Ve dichoso, orgulloso y seguro de que las puertas de la iluminación se te han abierto, oh! Nieto bastardo”. Dicho eso, me dio vuelta la cara de un bife y se fue al barcito de la esquina a tomar un vermut.



El Cóndor patagónico

No morimos

Muchos días de ausencia digital. Por estos pagos, acá en La Plata, sucedió la novena Feria del Libro Independiente y (A) (alternativa, autogestiva, amistosa, azarosa...), con el resultado esperado. Bohemias del pensar. Lo más lindo de todo es que muchas personas se coparon con la idea de este pasquín, se llevaron revistitas, hicimos trueques, y prometieron compartir sus ideas. Así que estoy contento por eso.

 La carne se cocina en la sartén junto con la cebolla, el ajo y algunos condimentos. Me encanta el arroz con cebolla. Así nomás, de frente mar. Qué delicia.

A continuación: Avances de la Cimarrón Nº 5... porque no nos morimos chango! El carretel aún tiene hilo!

Cimarrón #7

Don José en Cimarrón