FLIA

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Parte 2: otra versión etimológica


Esta otra historia manda todo a la concha de su madre, a Pompeyo, a los sucesivos emperadores romanos (Caracalla, Heliogábalo, la Dinastía constantiniana), a los pobres que ofrecían sus pocas verduras a los monasterios, a los sacerdotes hipócritas que en esa época también hacían uso de sus facultades sexuales contra niños y mujeres desprotegidas; esta historia manda todo al carajo, porque no tiene nada que ver con la otra historia acerca del origen de la palabra "pasquín".

Quienes avalan la teoría de que Pompeyo existió tal y como lo establece la primer historia, plantean que esto que será narrado es ineludiblemente falso. Pero la historia es como la religión: crees o no, y el asunto finiquita. Nadie puede confirmarte que Dios existe o no. Terminan siendo más coherentes aquellos que se refugian en el indeciso pero frontal agnosticismo. Lo mismo con la historia. ¿Por qué debemos creer que Jesús existió? ¿Y si los sucesivos imperios europeos son una carga fabulosa de cuentos, inventada, apoyada y corroborada durante siglos? El hecho de que el ser humano aprendiera a escribir para intentar inmortalizar su conocimiento no quiere decir que toda manifestación literaria hubiera ocurrido en el plano de lo existente, lo real. Aunque esas dos cosas son bien distintas en la semiótica, ciencia que nunca entendí muy bien.

Somos un ombligo más de la historia, tanto que nos cuesta creer que hace siglos existieran sociedades tan prósperas y abarcadoras. En fin. El tema acá es que hace mucho, en Roma, existió un zapatero. Y la ciudad rebasaba de gente, era un bardo andar por la calle, abundaban los caballos, vendedores de pan relleno (recuérdese la tradición de revolear los de cantimpalo y queso todos los lunes y feriados), pequeños delincuentes pobres , grandes ladrones políticos.
Permiso, permiso, y así tenía que pasearse uno en Roma, alternando costumbrismos a la hora de esquivar gente, a través de las calles angostas y los puentes resquebrajados. En esa metrópoli del quilombo trabajaba un zapatero. Desde siempre existe tal oficio. La gente no puede andar en patas y lastimarse o ensuciarse los pies. El zapatero se llamaba Pasquino.

Se dice que el tipo era muy agraciado por los desgraciados. Brindaba charlas interminables y vino a quien deseara comunicarse con él; pan y circo y sandalias rebozantes de salud. Pasquino entonces se cagaba de risa del rey, de la gente que caminaba apurada, de los hambrientos, de los políticos que salían a hacer alarde de sus facultades inherentes para gobernar en futuros años, de su familia alejada, de su misma vida convertida en una lástima. Aún sorteando dificultades, calumnias y prejuicios sociales, parece ser que Pasquino consolidó su consuelo en la compañía de aquellos a quienes tampoco les iba muy bien en la vida. No conoció grandes doctores en Letras y Filosofía, sino estibadores fracasados y drogadictos en recuperación. En ellos encontró la felicidad de sus palabras engarrotadas de frío.

La cuestión final es que el viejo choto era picante y satírico al momento de criticar lo que se le ocurriera. El paisanaje reía a carcajadas y las migajas de pan que debían ser digeridas, volaban por los aires llegando incluso a tomar contacto con el rostro de Pasquino, todas las mañanas y tardes de su vida. Incluso llegó a hacer chistes sobre eso, acerca de que él era un montón de migajas de pan con forma de hombre gordo y calvo. Y eso provocó aún más migajas casi anónimas de pan, y todas se dirigían surcando el cielo hacia su cuerpo y sus ropas, en cámara lenta, acompañadas de fluidos salivales y fragmentos de flema madura. Y Pasquino reía, drogado por el olor penetrante del pegamento.

Pasado un tiempo, fragmento histórico en el que seguramente sucedieron manifestaciones sociales, guerras, catástrofes naturales y ese tipo de cosas, Pasquino murió. Al poco tiempo de su desaparición física, una estatua abandonada apareció en la plaza situada en frente de la zapatería, y ansiosos de aplacar el aburrimiento, muchos vecinos atribuyeron esa aparición a la muerte del "rey de las sandalias". Entonces alguien la acomodó bien, tal vez cavando un pequeño pozo para inmovilizar la estatua, que carecía de brazos y cabeza. Desde ese momento, aquellos que supieron disfrutar de los dichos graciosos y subversivos de Pasquino comenzaron a adherir mensajes anónimos a la estatua, criticando cualquier cosa tal como lo hacía el zapatero. Muchos "pasquineros" o "pasquinistas" fueron sorprendidos mientras pegaban sus condolencias al mármol viejo, y por lo tanto eran arrestados y desaparecidos por el Estado Romano. Muy parecido a la actualidad, acá en nuestro país democrático.

"Sin brazos, de tanto laburo / sin cabeza, de tanto pensar / Pasquino, el zapatero / en la historia ha de quedar"

"Pasquino, Pasquino, la concha de tu madre / te juiste al otro mundo y la deuda no pagaste".

"Pasquino, entregá a tu hermana."

1 comentario:

  1. saludos cimarrón
    memorable anécdota la del buen Pasquino
    loado sea

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Cimarrón #7

Don José en Cimarrón